jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Qué son los clásicos?



1. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…”.

2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la dicha de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con lo inconsciente colectivo o individual.

4. Toda relectura de un clásico es una lectura de reconocimiento como la primera.

5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.

9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

10. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.

11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.

12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.

13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la realidad más incompatible se impone.


Ítalo Calvino

martes, 25 de noviembre de 2008

La verdad de las mentiras


Soy un mentiroso que dice la verdad.


Jean Cocteau


sábado, 22 de noviembre de 2008

El canto de las sirenas


Existe algo más terrible que el canto de las sirenas; esto es: su silencio.


Franz Kafka

viernes, 21 de noviembre de 2008

La fuente



—¡Buenos días! —dijo el principito.
—¡Buenos días! —respondió el comerciante.
Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya
no se sienten ganas de beber.
—¿Por qué vendes eso? —preguntó el principito.
—Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se
ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
—¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
—Lo que cada uno quiere...
"Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos —pensó el principito— caminaría suavemente hacia una fuente..."



Antoine de Saint-Exupéry

jueves, 20 de noviembre de 2008

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.



Julio Cortázar

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Borges y yo



Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologias del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.



Jorge Luis Borges

martes, 18 de noviembre de 2008

Arte poética


Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.


Vicente Huidobro

Cuando una musa te dé un hijo



Después de Azul..., después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea —todo bella cosecha— solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto.
Ni fructuoso ni oportuno:
a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje clasificado por Rémy de Gourmont con el nombre celui qui ne comprend pas. Celui qui ne comprend pas es entre nosotros profesor, académico correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, rastaquouère.
b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo Arte a que se consagran.
c) Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción.
Yo no tengo literatura "mía" —como lo ha manifestado una magistral autoridad—, para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea. Wagner a Augusta Holmes, su discípula, dijo un día: "Lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí." Gran decir.
*
Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas. Tiempo y menos fatigas de alma y corazón me han hecho falta, para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas, me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa.) Tocad, campanas de oro, campanas de plata, tocad todos los días, llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne, Varona inmortal, flor de mi costilla.Hombre soy.
*
¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués; mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República, no podré saludarle en el idioma en que te cantaría a ti, ¡oh Halagabal!, de cuya corte —oro, seda, mármol— me acuerdo en sueños...
(Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario y el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman.)Buenos Aires: Cosmópolis.¡Y mañana!
*
El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: "Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana." Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: "¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)" Luego, al despedirme: "—Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París."
*
¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?Como cada palabra tiene una alma, hay en cada verso, además de la harmonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces.
*
La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca para los habitantes de tu reino interior. ¡Oh pueblo de desnudas ninfas, de rosadas reinas, de amorosas diosas!Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa. ¡Y besos!
***
Y, la primera Ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta.


Rubén Darío

El discípulo



Cuando Narciso murió, el río de sus delicias se transformó de una copa de agua dulce en una copa de lágrimas saladas, y las Oréades vinieron llorando por los bosques a cantar junto al río y a consolarle.
Y cuando vieron que el río habíase convertido de copa de agua dulce en copa de lágrimas saladas deshicieron los bucles verdes en sus cabelleras. Y gritaban al río y le decían:
-No nos extraña que le llores así. ¿Cómo no ibas a amar a Narciso con lo bello que era?
-¿Pero Narciso era bello?
-¿Quién mejor que tú puede saberlo? -respondieron las Oréades- Nos despreciaba a nosotras, pero te cortejaba a ti, e inclinado sobre tus orillas, dejaba reposar sus ojos sobre ti, y contemplaba su belleza en el espejo de tus aguas.
Y el río contestó:
-Si amaba yo a Narciso, era porque, cuando inclinado en mis orillas, dejaba reposar sus ojos sobre mí, y en el espejo de sus ojos veía reflejada yo mi propia belleza.



Oscar Wilde

lunes, 17 de noviembre de 2008

Poiesis


Zeus termina la construcción de un mundo. Todos los dioses están presentes. Sobreviene un admirable silencio, estupor ante la belleza de lo construido. Entonces Zeus pregunta a los dioses si falta algo para que la construcción sea perfecta. Los dioses convienen que algo falta. ¿Qué? Falta la palabra, pues solo la palabra elogia. Y entonces Zeus crea las Musas.




Walter Otto

viernes, 14 de noviembre de 2008

La única e irrepetible ordenación


Las obras de arte tienen su propia estructura, su armonía, su dialéctica interior. Estructura no visible, sino invisible, como la eclíptica, que no es la órbita del sol y, sin embargo, como tal se dibuja sobre las estrellas. Invisible, sí, y, por lo mismo, casi imposible de aprehender. Las obras de arte se diferencian de los demás objetos en que, a la vez que están siendo materialmente creadas, está teniendo lugar el nacimiento de su arquetipo en el mundo de las ideas. Arquetipo que sólo existía en potencia en la realidad trasmundana. Reflejo de un reflejo es la obra de arte, como la obra de amor. Y artista, en cada caso, es el que acierta, al hacer su obra, con la única e irrepetible ordenación.



Manuel García-Viñó "Construcción 53"

jueves, 13 de noviembre de 2008

Epitafio en la tumba de Eva


Dondequiera que ella estaba, allí estaba el Paraíso.


Mark Twain "Diario de Adán y Eva"

Terra incognita



Vivimos en la época de las reproducciones. La mayoría de las imágenes que tenemos del mundo, no las hemos visto con nuestros propios ojos, o mejor dicho, las hemos visto con nuestros propios ojos, pero no en el lugar mismo en que ocurrió: somos televidentes, teleoyentes, telesapientes. Se puede no haber salido nunca de esta pequeña ciudad y tener todavía intacta la voz de Hitler, ser capaz de reconocer al sha de Persia a tres metros de distancia, saber cómo brama el monzón en el Himalaya o qué aspecto tiene el mar a mil metros de profundidad. Hoy en día todo el mundo puede estar al corriente de todo, y, sin embargo, yo no he estado nunca en el fondo del mar ni me he acercado (como los suizos) a la cima del Everest. Con la vida interior del hombre ocurre lo mismo. Todo el mundo está enterado de todo. ¿Cómo diablos he de poder demostrar a mi abogado que no debo el conocimiento de mis instintos asesinos a C. G. Jung, el de los celos a Marcel Proust, el de España a Hemingway, el de París a Ernst Jünger, el de Suiza a Mark Twain, el de Méjico a Graham Greene, el del terror a la muerte a Georges Bernanos, el de la imposibilidad de llegar a nada a Kafka y el de una gran cantidad de otras cosas a Thomas Mann? Y ni siquiera hay necesidad de haber leído a todos estos autores, los llevamos dentro a través de nuestros amigos, que, a su vez, viven perpetuamente de plagios. ¡Qué época ésta! Ya no significa nada decir que uno ha visto peces espada o que ha amado a una mulata. Todo eso se puede haber visto una buena mañana en una película documental. Tener ideas, es algo imposible. Resulta ya muy raro encontrar en esta era un cerebro que se limite a un solo tipo de plagio, y ello es prueba de personalidad, ver el mundo a través de Heidegger y sólo a través de él; nosotros, los demás, flotamos en un cocktail que contiene un poco de todo, sabiamente mezclado por Eliot, y de todo sabemos un poco, pero muy poco, de manera que ni siquiera nuestros relatos del mundo tangible demuestran nada. Para nosotros ya no existe actualmente ninguna terra incognita.



Max Frisch "No soy Stiller"

El espectro


Mi amada se ha convertido en un espectro y yo soy el lugar de sus apariciones.



Juan José Arreola

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Cómo era nuestro rostro


¿Cómo era nuestro rostro antes de que nuestros padres se conociesen?
Un koan zen



El sueño de Chuang Tzu


Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar no supo si era Chuang Tzu que soñaba ser una mariposa o una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu.


Los artistas son las antenas de la humanidad


Es una cuestión importante establecer, siguiendo la analogía biológica, que los artistas son los receptáculos de la especie. Un animal que menosprecia a los indicadores de la percepción necesita mayor fuerza de resistencia para permanecer en la vida.


Un pueblo que menosprecia las percepciones de sus artistas, degenera necesariamente. Al poco tiempo deja de producir y se dedica solamente a vegetar.


No tiene sentido dirigirse a esa gente, que no comprende, aunque se le hable.


Los artistas y los poetas, sin duda alguna, son excitados y sobreexcitados por los acontecimientos mucho antes que el común de las gentes.


Antes de determinar si alguien es un loco o un artista de categoría, sería oportuno no sólo preguntarse si ese alguien se inquieta abusivamente, sino también si ve algo que nosotros no vemos.


¿Viene dado su rango maravilloso porque presiente un próximo terremoto u olfatea un incendio en el bosque, que los demás no presentimos ni olfateamos?




Ezra Pound

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cuando lean


Cuando lean no consideren sólo lo que piensa el autor, consideren también lo que piensan ustedes.


D.P.S.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Decálogo del perfecto cuentista



I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

Horacio Quiroga

Decálogo del escritor


1. Permanece enamorado.
2. Esfuérzate en escribir.
3. Mézclate estrechamente con la vida.
4. Frecuenta el trato de los escritores consagrados.
5. No pierdas tiempo.
6. Lee sin tregua.
7. Escucha la música y mira la pintura.
8. No intentes explicarte.
9. Sigue siempre el impulso de tu corazón.
10. Calla: la palabra mata el instinto creador.

Ernest Hemingway

Para el escritor


1. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
2. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
3. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: en literatura no hay nada escrito.
4. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras. Lo que con una, con una. No emplees jamás el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
5. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate día y noche.
6. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico, y la tercera a todos tus amigos escritores; evita, pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
7. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta "El Quijote". Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
8. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De estas maneras no te faltarán ni la comprensión, ni el estímulo que emana de estas dos únicas fuentes.
9. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas dudas, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
10. Trata de decir las cosas de tal manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que, efectivamente, lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
11. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
12. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el abrigo en la calle, ni te señalará con el dedo en un supermercado.

Augusto Monterroso

Consejos a los jóvenes escritores

1. No busquen ser originales, el ser distinto es inevitable cuando uno no se ocupa de serlo.
2. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Este sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
3. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
4. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
5. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política, ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
6. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
7. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz y hoy son genios.
8. No olviden la frase justamente famosa: dos más dos son cuatro; pero ¿y si fueran cinco?
9. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
10. Mientan siempre.
11. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en lo que puede caer un escritor".



Juan Carlos Onetti


miércoles, 5 de noviembre de 2008

El grafógrafo

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

Salvador Elizondo