Tenía necesidad, para determinados fines propios, de conocer lo que los profesores de los colleges llaman las "obras maestras de la Literatura". Ordené a un bibliotecario graduado, que me garantizaron como de gran eficiencia, que preparase una lista muy restringida de ellas y me las procurase en las mejores ediciones. Apenas cayeron en mis manos estos tesoros, no permití a nadie entrar a verme y no me levanté de la cama.
En seguida me quedé asombrado y me pareció increíble que tales humburgs fueran, de verdad, los productos de primera calidad del espítiru humano. Aquello que no comprendía me parecía inútil; lo que comprendía no me divertía o me molestaba. Género absurdo, aburrido; a veces, insignificante o nauseabundo. Relatos que si eran verídicos me parecían inverosímiles, y si eran inventados me parecían insulsos. Escribí a un célebre profesor de la Universidad de W... preguntándole si aquella lista estaba en realidad bien hecha. Me respondió que sí y me tuve que resignar. Tuve el valor de leerme todos aquellos libros, todos menos tres o cuatro que me fué imposible soportar desde las primeras páginas.
Pandillas de hombres, llamados héroes, que se despanzurraban durante diez años seguidos bajo las murallas de una pequeña ciudad, por culpa de una vieja seducida; el viaje de un vivo a través del infernal embudo de los muertos, como pretexto para hablar mal de los muertos y de los vivos; un loco flaco y un loco gordo que van por el mundo en busca de palizas; un guerrero que pierde la razón por una mujer y se divierte desarraigando las encinas de los bosques; un bellaco cuyo padre ha sido asesinado y que, para vengarle, mata a una muchacha que le ama y a otros varios personajes; un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas para exhibir sus vergüenzas; las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante entre los pigmeos y el enano entre los gigantes, inoportuno y ridículo siempre; la odisea de un idiota que a través de una serie de bufas aventuras sostiene que este mundo es el mejor de los mundos posibles; las peripecias de un profesor demoníaco ayudado por un demonio profesional; la pesada historia de una adúltera provinciana que se aburre y, por fin, se envenena; las salidas locuaces e incomprensibles de un profeta acompañado por un águila y una serpiente; un joven pobre y febril que asesina a una vieja y, luego, el imbécil ni siquiera sabe aprovecharse de la coartada y acaba cayendo en manos de la policía.
Me pareció comprender, con mi cabeza virgen, que la tan ensalzada literatura se halla apenas en la edad de piedra, lo que me dejó desesperadamente desilusionado. Escribí a un especialista en poesía, el cual intentó confundirme diciéndome que aquellas obras eran valiosas por el estilo, la forma, el lenguaje, las imágenes y los pensamientos, y que un espíritu cultivado podía obtener de ellas grandes satisfacciones. Le respondí que, para mí, obligado como estaba a leer casi todos aquellos libros en traducciones, la forma importaba poco, y que el contenido me parecía, como así es, anticuado, insensato, estúpido y extravagante. Gasté cien dólares en esta consulta, sin fruto alguno.
Por fortuna, conocí más tarde a algunos escritores jóvenes que confirmaron mi juicio sobre aquellas viejas obras y me hicieron leer sus propios libros, donde encontré, aun en medio de muchas nebulosas, un alimento más adecuado a mis gustos. Me ha quedado, sin embargo, la duda de que la literatura pueda ser capaz de perfeccionamientos decisivos: es muy probable que nadie, dentro de un siglo, se dedique a una industria tan atrasada y tan poco remuneradora.
Giovanni Papini "Gog"