miércoles, 17 de diciembre de 2008

Escucho con mis ojos a los muertos


Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos,

y escucho con mis ojos a los muertos.


Si no siempre entendidos, siempre abiertos,

o enmiendan, o fecundan mis asuntos;

y en músicos callados contrapuntos

al sueño de la vida hablan despiertos.


Las grandes almas que la muerte ausenta,

de injurias de los años vengadora,

libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.


En fuga irrevocable huye la hora;

pero aquella el mejor cálculo cuenta,

que en la lección y estudios nos mejora.


Francisco de Quevedo